La bioética principalista se basa en los siguientes principios:
1) Justicia
2) Beneficencia
3) No maleficencia
4) Autonomía
Como profesionales de la salud, es nuestro DEBER velar por estos principios, y denunciar aquellos que se produzcan en nuestro conocimiento. Pero también existe, a mí entender, un grave error en cuanto a lo que se considera que abarca la bioética.
¿Qué es la bioética?
Según la RAE, la ética es un “conjunto de normas morales que rigen la conducta humana” (www.rae.es). La bioética es, entonces, un “conjunto de normas morales que rigen la conducta humana hacia la vida”.
Primero que todo, quisiera hacer un pequeño análisis de la sociedad chilena.
“El censo de 2002 consultó nueve opciones en la pregunta sobre religión, ampliando así el número de alternativas respecto a los censos anteriores. Los resultados obtenidos indican que el 70,0% de los habitantes de quince años o más se declaró católico; el 15,1% evangélico; el 4,4% se identificó con otra religión o credo, y el 8,3% dijo no tener religión, ser ateo o agnóstico.” (www.ine.cl)
Como podemos ver, más del 85% de la población chilena se declara cristiana, es decir, la inmensa mayoría de nuestra sociedad se rige por principios éticos, presentes en los diez mandamientos. Podría decirse, entonces, que la ética de nuestra sociedad está basada fundamentalmente en los códigos morales bíblicos, y pueden ser homologados a los principios de la bioética principalista:
1) Justicia: Ser justo implica ser equitativo, distribuir adecuadamente los recursos, pero también ser justo en nuestras acciones para con nosotros mismos y para con los demás en general. En Gálatas 6:6-8 leemos: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará”, frase que bien puede homologarse a la ley del karma de los hinduistas, y a la tercera ley de Newton (acción y reacción), aplicada en un sentido más general. Si nuestra sociedad es consciente de que existe una justicia más allá de los límites de lo humano, con mayor razón debiera aplicar la justicia hacia los demás seres, y esto se relaciona con el siguiente principio.
2) Autonomía: Se relaciona con “no hacer al otro lo que no queremos que nos hagan” (y si se ve en un sentido más general, no hacer al otro lo que no queremos que Dios nos haga, o que la Ley del karma nos devuelva por lo que hemos hecho). El segundo mandamiento dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12, 28-34), que es prácticamente lo mismo. El respeto a la autonomía es también el respeto a la vida, en todas sus formas, en cuanto sea posible.
3) No maleficencia: Este principio está relacionado también con el anterior, en el sentido de “no hacer al otro lo que no queremos que nos hagan”. Se relaciona también con el mandamiento “No matarás”, que tan mal se ha entendido en nuestra sociedad.
4) Beneficencia: Se expresa en la Biblia como el amor al prójimo. El amor es una fuerza universal, nos vincula al universo, a la vida, a la calidad de vida.
No debiera extrañarnos este tipo de comparaciones. En la antigüedad, los sabios sabían acerca de astrología, astronomía, filosofía, ciencia, religión, etc., teniendo un “saber universal”. En la sociedad actual (sobre todo en la occidental) ha ocurrido una separación, una intelectualización, ha ocurrido la división entre el ser humano y su propia naturaleza. Vivimos alejados de la naturaleza, ignoramos el daño que causamos a nuestro medio ambiente, a los animales, a nosotros mismos. Heidegger se dio cuenta de este fenómeno y lo describió en su libro “La Cosa”. Despojamos a los animales de su propia naturaleza, considerándolos como simples “cosas”, que podemos manipular a nuestro antojo, y del mismo modo que despojamos a los demás seres de su naturaleza esencial, nos despojamos a nosotros mismos de nuestra propia naturaleza esencial, como si quisiéramos evitar estar con nosotros mismos, llenando nuestra mente de distracciones efímeras. Considero que, como futuros profesionales de la salud, es nuestro deber tomar conciencia de esto, y considerar realmente al otro como un ser único, esencial, que siente y piensa del mismo modo que nosotros. Esta visión nos ayuda enormemente a tener una conciencia ética, independientemente de nuestra religión, para poder aplicar más eficientemente la bioética, no solamente en la práctica profesional, sino en todos los aspectos de nuestra vida.
Considerar a todos los seres como igualmente dignos de existir en este mundo, y no como simples “cosas”, implica necesariamente reconsiderar el trato que tenemos hacia nuestro medio ambiente, y hacia los animales. El mandamiento “No matarás”, no implica solamente que no debamos matar otros seres humanos, sino que simplemente, en la medida de lo posible, de no matar ningún ser vivo. En la medida de lo posible, pues es imposible no matar seres vivos, por la sencilla razón de que tenemos que alimentar nuestro cuerpo físico con seres vivientes. Si nos damos cuenta de que comer animales no es necesario, nos daremos cuenta de que podemos llevar más a fondo este mandamiento, evitando matar animales. La Iglesia Adventista se ha dado cuenta de esto, y sus seguidores son vegetarianos.
Numerosos sabios a lo largo de la historia nos han advertido acerca de las implicancias que tiene el consumo de carne en nuestra salud, y en nuestra propia psiquis: Pitágoras, Plutarco, Da Vinci, Einstein, Voltaire, etc.
Esto es importante porque simplemente no podemos dar lo que no tenemos, no podemos dar amor si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos ser éticos si no lo somos con nosotros mismos. Si albergamos dentro de nosotros el miedo y el estrés producto del hacinamiento, el maltrato y las absolutamente inhumanas condiciones en las que se tiene a los animales destinados al consumo por el ser humano, ¿qué esperamos dar a los demás?
Da Vinci dijo: "En verdad es el hombre el rey de los animales, pues a todos los excede en brutalidad. Vivimos gracias a la muerte de otros. ¡Somos cementerios!" Y añadió: "Vendrá el tiempo en que los hombres considerarán la matanza de animales igual como consideran ahora la de los hombres."
Einstein ya nos demostró que materia y energía están íntimamente ligadas. Masaru Emoto, autor japonés, se dio cuenta de que los pensamientos y las emociones influyen sobre los cristales del agua, agua que forma aproximadamente el 80% de nuestro cuerpo físico. Los experimentos de Emoto, a pesar de ser tildados de “pseudocientíficos” por algunos críticos, tienen mucho de lógica. Lavoisier nos enseñó que “nada se pierde, todo se transforma”. ¿En qué esperamos que se transforme toda esa energía negativa que asimilamos a través del sufrimiento de los animales? ¿En qué esperamos que se transforme esa culpa que tenemos dentro? Los médicos chinos ya lo sabían hace miles de años: todo lo que pasa por nuestra mente tiene una repercusión en nuestro cuerpo físico, y es la causa primordial de las enfermedades. Esto es la base de las terapias actualmente consideradas como “alternativas”, y que buscan la sanación del cuerpo mediante la energía.
Como conclusión, pienso que hace falta que nos demos cuenta, tanto como profesionales de la salud como seres humanos, de que debemos asimilar la ética dentro de nuestras vidas de una manera más profunda, considerando el respeto hacia todas las formas de vida, y también hacia uno mismo. Hace falta que tomemos conciencia de que todo está interrelacionado, y que no podemos esperar ser éticos ni dar absolutamente nada a los demás si no está primero dentro de nosotros mismos.
Por Pablo Andrés Castro Espina
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